martes, 27 de marzo de 2012

Gurugana Dharmakaranama: La Vida de Atisha. El Viaje a Suvarnadvipa

ATISHA, EL VIAJE A SUVARNADVIPA
Por Gurugana Dharmakaranama.

Homenaje al Noble Maitreya y al Noble Avalokiteshvara.

Yo, el monje Dipankara Shrijnana (Atisha) partí para visitar al gurú Suvarnadvipa, un viaje que se prolongó durante trece meses. Cuando habían pasado cinco meses, un hijo de Maheshvara,
deseando interrumpir mi bodhicitta, envió una fuerte tempestad de vientos contrarios, y a un gran leviatán que bloqueó el camino. Además, me fueron arrojados rayos desde el cielo. Ante esto, meditando en el amor desinteresado y en la compasión, yo calmé las tempestades, y los seis grandes rayos fueron vistos formando un dibujo en el cielo. Pero aún el leviatán bloqueaba el camino a seguir, y debido a la violencia de las olas levantadas por esa violenta tempestad, el barco temblaba, y parecía como un estandarte movido por el viento. A veces brincaba hacia el cielo, y a veces se hundía en el océano como si cayera, tanto que las cuatro grandes velas fueron arrancadas por el viento; cuatro grandes trozos de bronce fueron arrojados al fondo del mar como anclas. Entonces, puesto que los cuatro grandes tambores estaban siendo golpeados en las cuatro direcciones, se producía un ruido insoportable; los relámpagos y los truenos aterrorizaban a mis temblorosos asistentes. Mientras yo estaba meditando en el amor desinteresado y en la compasión, el pandita Bhumisara me rogó esto a mí, a su gurú:
“Levántate, levántate, Oh gurú compasivo.
Con seguridad tú tienes que tener enemigos en esta tierra,
¿Por qué fue creado este espantoso fenómeno por las fuerzas hostiles al Dharma?
Te lo ruego, con tu gran compasión, calma esta tempestad.
Está destinado que todos los seres han de ser liberados del samsara,
¿Por qué se les permite a los malvados el afligirnos de esta manera?
¡Ay! ¡Mira cómo sopla la tempestad, y cómo caen los rayos sobre nosotros!
¡Mira al gran leviatán bloqueando nuestra ruta! Te lo ruego, sálvanos de este peligro.
Mira cómo el océano es agitado por el viento.
¡Y las olas se alzan hasta el cielo!
¡Es pavoroso este estruendo de los truenos, es pavoroso este rojo relámpago!
Ah, ¡Cómo se zarandea el barco, con la agitación del mar,
Flotando hacia el cielo, y hundiéndose en las profundidades del océano!
Te lo ruego, Señor, sálvanos de este terror.
Atraídos por tu conocimiento que es ilimitado como el cielo,
Las huestes de los asistentes y guardianes del Dharma se reúnen en torno a ti como águilas.
Si estos seres volando alrededor en el cielo son capaces de eliminar los obstáculos,
¿por qué no pueden protegernos de los obstáculos que afrontamos hoy?
¡Qué poco compasivos son ellos, quienes habitan en lugares solitarios!
Ahora vosotros, dakinis y guardianes del Dharma, que protegéis tanto a los practicantes tántricos como a los demás,
Vosotros, héroes y heroínas, vencedores de las fuerzas hostiles y dioses de la sabiduría.
Vosotros, dioses que protegéis al virtuoso, y que ahora nos rodeáis por todas partes, aquí en este gran océano,
Os lo ruego, por vuestros misericordiosos poderes, ¡rechazad a nuestros enemigos!
¡Que pueda la victoriosa deidad tutelar, el Bhagavan Rojo (Yama. El Señor de la Muerte)
Que es invencible para los enemigos, y que está rodeado por sus amedrentadores servidores,
Que puedan los devotos asistentes de los diez espíritus airados,
Los protectores de los ocho miedos, la diosa de las bendiciones y de la prosperidad,
Venir todos a ayudar a nuestro santo gurú! 0h, exaltado Buda, Señor del Dharma.
¡Oh, inmaculado Avalokiteshvara,
Tú que alivias el sufrimiento de todos los seres como santos gobernantes, padre e hijo,
Ha llegado el tiempo de ayudar a tus parientes con tu gran compasión!
Haz llover el agua pura de tus bendiciones continuamente”
Yo los oí claramente pronunciar esta maravillosa oración. A continuación, yo me transformé en el Bhagavan Rey Yama, de color rojo, con un vientre poderoso, el pelo oscuro y largo, y con los ojos que observaban las diez direcciones. Al igual que yo, otras deidades izaron sus armas mostrando fieros ademanes. Nuestras manos derechas sostenían vajras que apuntaban hacia el cielo; nuestras manos izquierdas portaban lazos apuntando con gestos airados (mudras). Entonces, nosotros arrojamos nuestros vajras, los cuales fueron girando a través del cielo, impactando contra las montañas, rompiéndolas en pedazos, y se hundieron en las profundidades de la tierra dorada. Simultáneamente, el gran océano estaba tan agitado que el agua hervía con la roja sangre del leviatán, cuyos huesos estaban limpios de carne. Entonces esa criatura apareció en el barco bajo la forma de una joven de complexión pálida. Tras postrarse, ella pronunció estas palabras mientras tenía sus manos juntas:
“¡Oh, Rey de la Cólera! Poseedor de grandes poderes,
Supremamente misericordioso, único protector de todos los seres,
Estoy enferma del terror. Ahora te ruego, ¡perdóname en tu gran compasión!”
Entonces, cogiendo un cetro vajra en mis manos, yo exclamé:
“¡Hum! Yo soy el soberano de todas las vidas.
Mío es el poder de la gran compasión, y por consiguiente yo no te he destruido.
Por tanto, tú no has de predicar a mis discípulos doctrinas heréticas,
Ni tampoco  las palabras de quienes cuentan el futuro,
O de los sacerdotes mentirosos, o de cualquier tipo de doctrina falsa,
Porque yo soy el soberano de tú vida”
A continuación, ella con una voz melodiosa, dijo:
“Oh Señor de gran compasión, escúchame.
A los seguidores que tú has convertido, yo nunca les predicaré un Dharma falso.
Por lo tanto, te suplico que me otorgues tu amorosa atención mi,
Puesto que mi vida está en tú poder.”
Una vez que ella hubo dicho esto, un hombre joven de tez blanca apareció desde cerca del barco, y pronunció estas palabras:
“Balpo, no hagas el viaje a los Himalayas, ni navegues en este barco a las Islas de Tamradvipa.
¡Detén tu viaje!¡Pon fin a tu viaje!”
Entonces se oyó una voz celestial gritando : “¡Desaparece Hrih Yaksha!”  La tempestad, las olas, relámpagos y truenos fueron dominados, y el gran barco volvió a la tranquilidad. La gente que lo acompañaba en el barco recupero sus sentidos, y se entablaron alegres conversaciones entre ellos. Entonces yo, el gurú, aún con la forma del colérico Yama, inspeccioné la cubierta, y puse el cerrojo vajra a el vaso. Entonces el gran barco entró en una gran calma, y permanecía inmóvil como una isla; y cuando iba a descubrir la causa, escuché las voces risueñas de algunas muchachas, y estuve mirando para encontrarlas. Entonces, aún determinado, y bajo la forma del Rey Colérico, me metí andando en el océano, el cual solo me llegó hasta las rodillas, y dirigí el barco de Este a Oeste como un hombre joven que manejara un abrevadero de madera, la parte superior de mi cabeza se perdía entre las nubes.
Desde los costados del barco, veintiuna muchachas, mirando hacia atrás, gritaban: “Si nosotras, las hermanas no hubiéramos estado allí, ¿Habrías sido tan poderoso hoy?”
A ellas les rogué:
“¡Homenaje a la Tara que protege de los ocho miedos!
¡Homenaje a la Tara que aumenta la prosperidad!
¡Homenaje a la Tara que bloquea las puertas que llevan a los estados indeseables!
¡Homenaje a la Tara que lleva a los seres al camino del cielo!
Siempre hemos estados protegidos por vosotras, y aún buscamos vuestro refugio”
A esta oración las muchachas respondieron:
“Si tú no hubieras estado aquí, tendríamos que haber ido a Savabhavana, la ciudad de los heréticos, a destruirla dejándola en sus átomos.
Entonces, oyendo el sonido de tú plegaria, hemos parado para descubrir quién era.
Realmente tú eres el más noble entre todos los seres.
Por lo tanto, hemos venido aquí a ayudarte.
Oh, no dejes que el poder de esa chica pálida llegue a hacerse más fuerte.
Ello llevaría a grandes desastres. Nunca dejes que esta joven abandone este barco a partir de ahora, Balpo”
Entonces, llamando a Bhumisara, exclamaron:
“Reverendo, lanza estas flores celestiales sobre Savabhavana, y nosotras, que somos un tipo de seres fuertemente inclinados hacia el Dharma, aceptaremos la bodhicitta, y buscaremos refugio en las Tres Joyas”.
Tras oír esto, el pandita Bhumisara, haciendo un mudra con sus dedos, cogió un rayo vajra, y lo envió girando a través del cielo hasta Savabhavana, la ciudad de los herejes, en el Norte, donde vivía la Diosa Caracaka, destruyendo al templo y a la diosa. El lanzó de nuevo un rayo vajra sobre el dominio de Maheshvara, y lo estrelló contra la tierra. Una parte de esta chispa alcanzó a este rey de los herejes, y destruyó la mitad de su cuerpo. Otra chispa de relámpago cayó sobre el palacio del gobernante de los Turuks, e interrumpió las comunicaciones entre los mongoles y Buddha Gaya durante trece años. Una chispa cayó en la tienda negra del Rey de Shangshung, y destruyó a los devotos de Bonpo,  excepto a uno o dos supervivientes que huyeron a las montañas del Himalaya. Una chispa de un relámpago destruyó el Palacio Negro, en el océano venenoso del Sur, y frenó el progreso de la enfermedad llamada cáncer.
Una chispa de un relámpago cayó sobre Lanka, y rompió en pedazos el palacio del rey demonio caníbal de Lanka, y por lo tanto, el comer carne humana cesó.
Entonces Bhumisara pronunció estas palabras de orgullo:
“Yo soy el maestro de esta tierra,
Yo estrellaré a las fuerzas del mal contra la tierra.
El Gran Héroe es mi maestro.
El Rey Hayagriva, quien relincha terriblemente en la tierra de Udyana, destruye y reduce al polvo a Maheshvara.
¡Y posteriormente demuele el poder de las deidades Bonpo!
Om Padma Takrita Vajra Krota Hayava Hulu Hulu Hum Phat.”
Yo escuché decir esto. Entonces, después de un rato, el Bhagavan Rey Yama se desvaneció, y yo cambié mi aspecto por el de un santo monje. Mis seguidores cayeron en un éxtasis de gozo, y entonces ellos oraron:
“Tú, el rey espiritual, puedes ser comparado a la montaña de joyas
Que surgió de forma milagrosa, y que no fue hecha por manos humanas.
Por el poder de tus gloriosas señales de sabiduría,
Nos haces disfrutar de una profunda satisfacción.
¡Excelente, Oh Maestro del Poder!
Ve con nosotros sobre este océano,
Señor; y cuando el peligro aceche,
Tomaremos refugio a tus pies.
¡Te rogamos para estar seguros de que nos salves!”
Después de esto, durante veintiún días no tuvimos que afrontar ningún riesgo, sino que cuando el miedo al peligro pasó, izamos las cuatro grandes velas, y elevamos al barco las anclas de bronce. Entonces, navegando con viento favorable día y noche, pasamos en el océano dos meses y medio, de forma continua. De nuevo, tras siete meses del comienzo de nuestro viaje, la tempestad acometió la proa de nuestro barco, haciéndonos retroceder la distancia de un día de viaje. Sin embargo, la tempestad se aplacó debido a nuestras plegarias a las Tres Joyas,
a las dakinis, y a los protectores del Dharma. Pero, como no soplaba viento favorable, tuvimos que permanecer en aquel lugar durante medio mes, lo cual fue causado por nuestro mal karma. Tomando de nuevo al amor, la compasión, y la bodhicitta como nuestros objetos de meditación, tal y cómo hacíamos antes, navegamos con un buen viento, y finalmente alcanzamos tierra tras navegar durante otros dos meses y veintiséis días.

Esto finaliza el resumen de cómo Atisha encontró dificultades en su búsqueda de su gurú y del Dharma, y cómo derrotó al Maheshvara del océano.


¡Homenaje al Noble  Maitreya y al Noble Avalokiteshvara!
Tras cruzar el gran océano, nos acercamos a seis meditadores, discípulos del gurú Suvarnadvipa, que vivían en la Estupa Dorada de Sukhagati, que fue establecida por un rey tibetano. Estaba rodeada al Norte por la selva de Suvarnadvipa, al Sur por bellos lotos, al Oeste por un bosque de bambúes, y al Este por una tierra de cocodrilos.  Allí vivimos con ellos durante catorce días, en los que hicimos preguntas detalladas sobre el gurú Suvarnadvipa, tales como el grado de Dharma que él había alcanzado, qué inmaculada tradición monástica seguía, cuál era el grado de conocimiento que tenía de las escrituras, cual era la profundidad de su comprensión de este conocimiento, etc. Todas estas preguntas les fueron hechas a los meditadores.
Los meditadores nos narraron la vida de su gurú sin añadidos, ni exageraciones. Después sentimos tanto gozo como si hubiéramos obtenido el décimo Bhumi (parthama).
También los meditadores hicieron preguntas sobre mi vida a Bhumisara y los demás, quienes contaron cómo yo había entrado en la sangha tras haber renunciado a mi reino, y cómo yo había dominado las incontables escrituras tras haber escuchado a innumerables gurús. Cuando ellos describieron la vastedad del conocimiento que su maestro poseía, los meditadores preguntaron: “Bien, este gran pandita es un abad Indio conocido por el nombre de Dipankara Shrijnana, ¿verdad?”
Bhumisara respondió:
“Si, él lleva ese nombre del Segundo Buda, bien conocido en esta tierra.
Todos los cincuenta y dos famosos panditas le honran grandemente.
Es admirado por los seguidores de todas las escuelas del Budismo, ambas la Mahayana y la Hinayana.
¡Sin duda que ha ganado buena fama el nombre de nuestro gran abad Indio!”
Los meditadores continuaron:
“ ¡Qué excelente es que este Maestro de la Tierra haya venido aquí, a este lugar!
Oyendo su dulce voz, nos sentimos movidos a verle.
Nosotros somos afortunados de estar aquí el día en que este gran erudito ha llegado en el barco.
¿No fuisteis obstruidos por Mara en vuestro camino?
¿No sufristeis ningún daño de los leviatanes o de las tormentas?
Y durante el lago viaje, ¿No tuvisteis problemas por falta de comida?”
Bhumisara respondió:
“Durante nuestro viaje de trece meses, el gran Maheshvara nos envió un leviatán contra nosotros, y levantó una gran tempestad.
Pero concentrándonos inmediatamente en nuestra meditación en el amor y la compasión,
Mara fue vencido, y todo volvió a estar bien otra vez.
Navegando una vez más en nuestro barco, nuestro Señor entró en el samadhi de Akashakosh, y todas las fuerzas malignas fueron tranquilizadas,
Y así ninguna fatiga ha caído sobre estos ciento veinticinco seguidores”
Los meditadores, tras oír estas palabras del pandita Bhumisara, vinieron a mí con gran gozo, y pronunciaron este humilde discurso:
“Hemos oído hablar de tu reputación incluso desde muy lejos,
Ahora que tenemos la oportunidad de encontrarte, estamos llenos de gozo.
Ahora, el gran pandita ha venido aquí, entre nosotros, y nosotros no sabíamos nada de tu llegada, tan profunda era la oscuridad de nuestra ignorancia.
Ahora con cuerpo, habla, y mente, te rendimos el más humilde respeto”
Y diciendo esto, se postraron a mis pies.
Yo, en respuesta, habiendo eliminado el orgullo, les rendí homenaje a ellos.
Entonces, los meditadores preguntaron de nuevo:
“¿Para qué propósito particular ha venido aquí el pandita?
Estamos aquí para ayudarte; por lo tanto haznos saber tus ruegos”
Yo respondí: “Yo he venido a el magnífico Suvarnadvipa,
He venido a hacer un completo uso de este noble don de poseer un cuerpo humano.
Por lo tanto, todos vosotros deberíais de acercaros al gurú, y rogarle que cumpla mi deseo”

Acto seguido, los meditadores fueron al noble gurú Suvarnadvipa, y le dijeron:
“Te lo rogamos, escúchanos, noble gurú. Hoy, ha llegado a esta isla un abad Indio llamado Dipankara Shrijnana junto con sus ciento veinticinco seguidores. Navegando a través del vasto océano durante trece meses, han sometido a los maras, herejes, y al gran Maheshvara, gracias a la meditación en maitri y  karuna (amor y compasión). Han llegado hasta el lugar en el que estábamos sin ningún signo de fatiga en el cuerpo, habla o mente; y nosotros, habiendo escuchado sus discursos de Dharma durante catorce días, estamos llenos de gozo y deleite. Ahora, él desea hacerte una visita. El gran pandita desea estudiar la Prajnaparamita (Perfección de la Sabiduría), la cual ha dado lugar al nacimiento de todos los Budas de los tres tiempos;
y también desea desarrollar la mente de la iluminación (Bodhicitta) y las realizaciones que resultan del estado del más elevado éxtasis. El desea también practicar el Mahayana, y también otras doctrinas entresacadas del océano de la enseñanza del gurú, día y noche, continuamente. Por lo tanto, en tu gran compasión, dale esta oportunidad”
Tras oír estas palabras, el gurú Suvarnadvipa replicó a esto:
“¡Excelente, el Maestro de la Tierra ha venido!
¡Excelente, el Hijo del Rey ha venido!
¡Excelente, el Señor de Todos los Seres ha venido!
¡Excelente, el Gran Héroe ha venido!
¡Excelente, el ha llegado con sus seguidores!
¡Excelente, el ha superado todos los obstáculos!
¡Excelente, el ha ganado una vasta reputación!
¡Excelente, el ha llegado con total sinceridad!
¡Oh, monjes, poned vuestros hábitos, y preparad la recepción de este Noble”

Los quinientos treinta y cinco monjes presentes, vistiendo sus tres hábitos de color similar, de pie, sosteniendo vasos de agua santificada, y címbalos de metal, parecían tan impresionantes como Arhats. Como estaban acompañados por sesenta y dos novicios, dirigidos por el gurú Suvarnadvipa, sumaban quinientos noventa y siete personas que habían renunciado al mundo. Desde la distancia, podíamos verlos de pie formando una línea para recibirnos.
A continuación nosotros experimentamos el más alto placer, excitación, y regocijo, como si estuviéramos en la presencia del exaltado Buda, rodeado por Arhats.  En cierto momento, yo solicité la presencia de cuatro upasakas para que desempaquetaran los artículos transportados a las espaldas de dos elefantes. Entre nosotros, rindiéndole homenaje al gurú, había panditas bien versados en las cinco ciencias, y monjes expertos en el Tripitaka. Todos estos monjes llevaban sandalias, y lucían los tres hábitos excelentemente teñidos con el jugo del azafrán de Cachemira, ya que era ese el admirable atuendo de la escuela Mahasangika del Budismo. Auspiciosamente, cada uno llevaba una escudilla de hierro común en buenas condiciones, un recipiente cilíndrico de cobre hecho en Magadha, y utilizado como jarro de medida con una capacidad de una drona, y una vara de metal, todo como fue decretado por el exaltado Buda, además de otros objetos rituales bellamente realizados. Todos los panditas vestían humildemente sus bonetes de pandita, y portaban abanicos blancos. De entre los grandes panditas estaban Sukhagati, Dharmamitra, Kalasasambhava, Shuravajra, Devamati, Ravigupta, Bhumisara, Jannasara, Veghaindra, Danashrimitra, Prajabhadra, Suchandra, Samantabhadra, Guptasara, Anantamati, Samadravici, Rajsemeru, y Shuralalita, entre otros; el monje Jannabhadra y otros expertos en el Tripitaka, ciento sesenta y ocho monjes, trece novicios (shamanera) y otros cuatro grandes monjes, siendo en total ciento ochenta y cinco, quienes me seguían. Dispuestos de forma que no estuvieran ni demasiado cerca, ni demasiado lejos unos de otros, ellos caminaban en línea, como un arco iris lleno de colorido, hacia el lugar en el que vivía el Gurú Suvarnadvipa.
Los dioses, viendo esta proyección de las tres perfecciones, a saber, gracia, gloria, y riqueza, hicieron caer una lluvia de flores. Aunque yo había tenido una relación espiritual con ese gurú desde tiempo inmemorial, aun así, estando allí para recibir instrucciones de Dharma que yo nunca había oído anteriormente, y por el bien de los panditas que me siguieron, yo me postré a sus pies. Entonces los seguidores del gurú percibieron que todos mis discípulos estaban al unísono observando las prácticas y sosteniendo las visiones correctas, puesto que todos ellos fueron enseñados por mí. Los discípulos del Gurú Suvarnadvipa, viendo todas estas cosas, fueron vencidos por la gloria de mis grandes seguidores, y se postraron también ellos ante nosotros.
Por el tiempo que pasé estudiando allí, fui honrado tanto en Tibet como en India. En el momento de mi visita, yo poseía un vaso enjoyado, que en su parte baja tenía un gran ensanchamiento, y su cuello era largo, con una forma tal que el agua caía formando una línea recta desde el bocal. Este vaso enjoyado, el cual era completamente transparente, de forma que todo su contenido podía verse desde fuera, lo llené yo ahora con objetos preciosos (oro, plata, perlas, coral, y malaquita), y se lo ofrecí al gurú. Mis seguidores también ofrecieron una moneda de oro a cada uno de los discípulos del gurú Suvarnadvipa.
Entonces el noble gurú Suvarnadvipa habló en verso sobre las dificultades que experimenté en mi camino, diciendo:
¿Practicas el Vinaya con total fe, reverendo Señor?
¿Tienes paciencia, reverendo Señor?
¿Estás aferrado a la práctica de la gran compasión, reverendo Señor?
¿Has venido aquí como un rey del Dharma?
Yo he oído hablar de tu fama desde la distancia,
Y , al encontrarte hoy, ¿cómo podemos no alegrarnos de tu llegada, reverendo Señor?
Tras realizar tus amplios labores en la sagrada tierra de India para el beneficio de todos los seres
¿los protegías a todos con tu gran compasión sin parcialidad, reverendo Señor?
¿Te has esforzado bien en el Dharma desde que llegaste a ser un pandita, reverendo Señor?
¿No te protegieron muchos gurús, reverendo Señor?
¿No se responsabilizaron muchos panditas para otorgarte el Dharma, reverendo Señor?
Hoy es afortunado el que hayas llegado a este lugar. ¡Oh, Señor de los Seres! Yo he oído
Que durante trece meses tú has navegado a través del océano.
¡Qué verdaderamente maravilloso es el que hayas superado esas enormes dificultades!
Yo he oído que sometiste al Maheshvara.
¡Qué maravilloso que hayas hecho que tu nombre resuene!
Es asombroso que hayas vencido tus miedos, pandita,
Habiendo viajado desde tan lejos.
¿No estás agotado en cuerpo y mente?
¿No hubo obstáculos creados por los poderes malignos?
¿No te sentiste desanimado, Señor?
¡Qué auspicioso es este día de la llegada del gran pandita!
Algunos de mis discípulos están meditando en lugares dispersos,
Pero el resto de nosotros hemos venido aquí a recibirte.
¡Qué afortunados somos de tenerte aquí!
Dirijámonos ahora hacia el monasterio
Donde muchos están congregados en la arboleda.
Las circunstancias de tu viaje las trataremos más tarde.
Vamos, hablemos ahora de temas espirituales”

A esto, yo contesté:
“Si, reverendo, yo he venido desde la parte centro de India.
Y, de acuerdo con el Dharma, yo he afrontado los obstáculos,
Gracias al incesante poder conferido por las Tres Joyas.
El tenebroso Maheshvara fue derrotado debido a su acumulación de mal karma.
Nosotros hemos mantenido nuestros tres dones de cuerpo, habla, y mente libres de los poderes del mal,
Y así hemos podido llegar bien y sin cansancio”
¿Vives aquí disfrutando de buena salud, sin estar cansado por tus esfuerzos en el beneficio de los seres, Señor?
¿Vives aquí serenamente, hablando sobre el inimitable Dharma, Señor?
¿Vives aquí con un océano de sabiduría que lo abarca todo, puesto que has dominado a las huestes de Mara, Señor?
Yo he oído que tú, Oh gurú, eres un maestro del Dharma que está viviendo aquí, en Suvarnadvipa,
Y que predica a todos los seres, día y noche,
Con el más profundo amor y compasión.
Por lo tanto, te lo suplico, Oh Omnisciente, que seas mi gurú.
Con tu conocimiento, infinito como el cielo,
Te ruego que incrementes mi sabiduría”

Esto le supliqué.

Los monjes exclamaron al unísono:
“¡Qué afortunado que el hombre noble haya venido!
Nosotros también sentiremos placer en escuchar el Dharma contigo”

Entonces todos nuestros acompañantes se dirigieron a la arboleda, donde yo le rendí respeto a un anciano monje Theravada que estaba allí predicando el Dharma a algunos discípulos. En ese instante, él no me devolvió ese gesto de respeto. Más tarde, cuando yo estaba sentado en la habitación del gurú, en el Palacio de la Sombrilla Dorada, ese mahathera, que ya había finalizado la prédica, se aproximó, y rindiéndome respeto, habló así:

“¡Somos afortunados de que el hombre noble haya venido aquí! El que no te haya dado la bienvenida hasta ahora no es debido al orgullo; era que yo recordé que la mejor forma de complacer a un Noble es continuar con la labor de Dharma de cada uno”

Al escuchar estas palabras, yo respondí con gozo:

“Es admirable que tú tengas tan buena comprensión tanto del Dharma, como de la naturaleza de la persona”

Entonces, cuando estábamos correctamente instalados en nuestros aposentos, el gurú nos dio un curso en quince sesiones sobre el Abhisamayalankara  (Ornamento de la Clara Realización de Maitreya), dándonos una lúcida exposición de la ley de la originación dependiente.
Después de esto, yo pasé día y noche escuchando, reflexionando, y meditando en el Palacio de la Sombrilla Plateada.

Esto finaliza la historia de cómo Atisha fue a Suvarnadvipa, y encontró al gurú.


Trad. al castellano por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.












No hay comentarios:

Publicar un comentario