martes, 3 de abril de 2012

La Vida de Atisha. La Restauración del Budismo en Tibet.

Atisha y la Restauración del Budismo en Tibet.
Compilado por el Colegio  Tibetano de Entrenamiento de Maestros, Dharamsala, India.
 
Lha Lama Yeshe O, Rey de Mañjushri (una provincia del Tibet Occidental), cuyos santos esfuerzos permanecían inconclusos, envió a muchos discípulos instruidos a India. Después de que hubieran aprendido sánscrito, se les pidió que tradujeran una gran cantidad de volúmenes de Sutra y Tantra. De entre sus traductores Rinchen Zangpo llegó a ser el más destacado.
Lha Lama también patrocinó la construcción del Monasterio de Todinpel.
El Budismo, en Tibet, había sido suprimido por el Rey Langdarma, y por lo tanto, tan solo se podían encontrar unos pocos monjes plenamente ordenados en Tibet, durante los setenta años que siguieron a su reinado. Sin embargo, en aquellos tiempos, gracias a los servicios prestados por el religioso Rey de Ngari, se construyeron monasterios para los monjes. A pesar de ello había un conflicto puesto que los seguidores del Vinaya se oponían a los seguidores del Tantra, y viceversa. Por lo tanto, mientras que todos ellos se adscribían a una u otra escuela de forma nominal, era raro encontrar a alguien que entendiera tan siquiera una parte de las enseñanzas, eso por no hablar de las prácticas y doctrinas del Mahayana en su conjunto. Esta fue una época en la que muchos indios vinieron a Tibet para obtener oro, y estas personas, pretendiendo poseer unos grandes conocimientos sobre Tantra,  se comportaban de forma fraudulenta, empleaban magia negra, y embaucaron a muchos tibetanos.
El Rey Lha Lama se sentía triste viendo esa situación. Así que envió a Gyatsundru Singhe y a otros a India, con la esperanza de que fueran capaces de traducir las escrituras y, en particular, de que pudieran invitar a notables panditas, lo cual sería de verdadero beneficio para el Dharma. Habiendo impartido estas órdenes, mandó con ellos una gran cantidad de oro. Los discípulos, tras un largo periodo de investigación, no encontraron a nadie que fuera superior a Atisha, pero puesto que fueron incapaces de llevar con ellos al pandita, volvieron a Tibet, y le contaron las razones de ello al Rey de Ngari.
Lha Lama, deseando invitar al pandita para que reinstaurara la inmaculada doctrina, volvió a recoger una gran cantidad de oro, y envió en busca de más. El Rey de Garlog, sabiendo que Lha Lama estaba buscando oro para invitar al pandita, dio esta orden: “Los antepasados de este hombre hicieron mucho por la difusión del Budismo en tiempos pasados. Por lo tanto, a no ser que sea hecho prisionero, él invitará al pandita, y el Budismo se difundirá de nuevo. Así que capturadlo, y encerradlo”. Cumpliendo esto, Lha Lama fue capturado y confinado en prisión. Al conocer estas noticias, Jangchub O partió con cien jinetes para liberar a su tío, pero el Rey de Garlog era capaz de oponerle una fuerte resistencia; Jangchub O pensó que puesto que costaría muchas vidas, no sería sabio el librar una guerra contra él. Además, si pudiera ello suponer un peligro para la vida de Atisha, no sería posible el invitarle. Por lo tanto, pensando en liberar a su tío por medios pacíficos, esto es, pagando un rescate, se encontró con el Rey de Garlog, pero el Rey respondió: “Debéis de abandonar vuestra intención de invitar al pandita, y rendirme vasallaje, o sino deberás de traerme el peso en oro de Lha Lama”
Entonces Jangchub O trajo con él cien monedas de oro como rescate, pero el Rey rehusó a aceptarlas. La próxima vez, trajo con él el equivalente en oro al peso de Lha Lama, pero fue rechazado de nuevo.
Entonces Jangchub O se dirigió hasta la puerta de la prisión, y exclamó: “Oh, compasivo, sería inútil el librar una guerra contra el Rey de Garlog, puesto que el karma de las vidas anteriores ha caído sobre nosotros. Es mejor para ti el morir aquí por el bien del Dharma que el vivir bajo el dominio de un hombre tan malvado. Con este pensamiento, yo le traje el equivalente al peso de tu cuerpo en oro, pero aún así el lo rechazó.  Volveré para liberarte cuando también haya reunido el peso de tu cabeza en oro. Hasta entonces, mantén tu mente centrada en el karma, ruega a las Tres Joyas, y acumula méritos meditando en la compasión”
Cuando oyó esto, su tío sonrió, y dijo: “Cuando eras un niño pequeño al que alimentaban con pasteles de mantequilla, nunca pensé que pudieras ser capaz de afrontar tales extremos. El que lo hagas así indica que tú preservarás la tradición de nuestros antepasados, aunque yo muera. Esto es lo que deberías de entender. Yo ya hago lo que tú has dicho. Aunque no muriera ahora, no me quedarían mucho más de diez años de vida. Por lo tanto, sería mejor morir por el bien del Dharma. No le des ni tan siquiera una moneda al Rey de Garlog. Lleva todo el oro a India para invitar a Atisha, y dale este mensaje al pandita:”Por ti y por el bien de nuestra religión, yo he sacrificado mi vida al Rey de Garlog. Mi gran anhelo es difundir el budismo en Tibet. Por lo tanto, por favor, complace este deseo y yo rogaré para que las bendiciones caigan sobre ti en  el futuro”. Este es el mensaje que tienes que enviar al pandita. Ahora déjame, y dedícate a la práctica del Dharma”
Entonces Jangchub O, de acuerdo con las predicciones y las observaciones astrológicas, le dijo a Nagtso Lotsawa (el traductor): “Tienes que ir a India a invitar a Atisha, y mandaré contigo una gran cantidad de oro, así como cuantos sirvientes sean necesarios. Yo quiero que le cuentes a Atisha cómo Langdarma suprimió nuestra religión, aunque el Dharma del Buda había sido difundido y propiciado por reyes religiosos en tiempos pasados. Dile cómo más tarde mis antecesores fueron capaces de restablecer el Dharma del Buda, pero ahora aquellos que saben cómo practicar de forma adecuada son raros, y el Dharma del Buda ha sido mancillado por las conductas incorrectas. Cuéntale cómo mi tío, no siendo capaz de soportar esas condiciones, fue a buscar oro para invitarle, pero fue asesinado por el Rey de Garlog. Todas estas cosas se las has de contar a Atisha. ¡Ay! Mi tío era tan bondadoso, ¿por qué hemos tenido que dar con este problema? Yo no me arriesgué, lo dejé allí dentro, y vine con vosotros. Cuando yo le vi a través de un resquicio en la puerta, él estaba atado con cuerdas, su voz era débil, y su cuerpo tan delgado como el de una abeja, y sin embargo él aún no pensaba más que en Atisha, los tibetanos, y en su necesidad del Budismo. Dile esto:”Si tal es el coraje nuestro, los remotos tibetanos, ¿cómo puedes tú, el misericordioso, el refugio de los desamparados, abandonarnos?” Tras entregarle estos mensajes, el envió al Lotsawa Nagtso a India, junto con sus sirvientes.
Muchos obstáculos que afrontó Nagtso en su camino hacia India fueron vencidos por varios milagros realizados por Avalokiteshvara, y así pudieron llegar a Vikramashila. Aquí, ellos consultaron con Gyatsundru Singhe acerca del invitar a Atisha, pero incluso a veces había dificultades para ver a Atisha cara a cara. Un día Gyatsundru Singhe llevó en secreto a Nagtso a la habitación de Atisha. Allí colocaron una pieza de oro puro en un mandala de quince pulgadas de alto, y también le ofrecieron otras piezas de oro al Señor, colocándolas encima del círculo de ofrendas. Tras esto, Gyatsundru Singhe contó que había ocurrido en Tibet, y entonces repitió la invitación diciendo: “De nuevo un reverendo ha venido a invitarte. Por favor, muestra simpatía por nosotros los tibetanos, no rechazándonos como hiciste este año pasado”. A continuación Atisha respondió: “No hay duda de que los gobernantes de Tibet, los tres reyes religiosos y los tres grandes lamas, fueron encarnaciones de los bodhisattvas. De otra forma no podrían haber hecho revivir el Budismo tras su destrucción. Sería indigno si yo no atendiera la orden de los bodhisattvas, y también me siento avergonzado de que esas personas hayan perdido tantas riquezas y tantos hombres para mi beneficio. Oh, siento pena por los tibetanos. Sin embargo, yo ya tengo una edad avanzada, guardo muchas llaves (teniendo muchas obligaciones administrativas) y aún tengo muchas labores inconclusas. A pesar de todo, yo consultaré los presagios; mientras tanto coged vuestro oro”.
Ese mismo día, Atisha les rogó a Avalokiteshvara y a Tara, pidiéndoles saber cómo sería más beneficiado el Dharma y los seres sintientes, cómo podría ser satisfecho el deseo del rey, y si supondría algún peligro para su propia vida. Tras haber rogado al respecto de esos tres asuntos, esa misma noche en el sueño escucho estas palabras: “Vete a donde encontrarás un pequeño templo Budista, y pregúntale a la yoguini que está allí”. Habiendo soñado esto, a la mañana cogió un puñado de flores y se dirigió a un templo donde encontró a una yoguini, con el pelo llegándole hasta el suelo. A su pregunta, ella contestó: “Habrá un gran beneficio si tu vas a Tibet, especialmente con la ayuda de un upasaka” . Aún deseoso de orar en Bodh Gaya, se acercó al Abab Jnana Shri Metri, de quien recibió un puñado de cauris para que se los llevara a una anciana de pelo blanco que vivía en Bodh Gaya. Cuando Atisha llegó a esa ciudad, la anciana le reclamó: “Dame los cauris que me han enviado”. Atisha le rindió homenaje mentalmente, y a las preguntas que con su mente le hizo, la mujer le dio las mismas respuestas que había recibido anteriormente de la yoguini. Pero cuando le preguntó acerca del peligro físico, ella dijo que si Atisha no iba a Tibet, viviría hasta la edad de 92 años, mientras que de ir solo viviría hasta los 73. Ante esto Atisha, con gran coraje, decidió que no se ocuparía de su salud si su viaje pudiera beneficiar a Tibet.
A partir de entonces, muchos grupos de monjes y de benefactores, intentaron disuadirlo de irse a Tibet, diciendo que de hacerlo, India, como fuente de las religiones, se vería muy perjudicada. Viendo como se ponían las cosas, Atisha recurrió a los medios hábiles; no mencionando su viaje a Tibet, se fue y volvió muchas veces, dando la impresión de que estaba acumulando grandes méritos visitando los lugares  santos, tales como Bodh Gaya. Luego una proyección de Drom (uno de sus futuros discípulos) vino bajo la forma de un mercader, y sin que nadie lo supiera, se llevó sus imágenes de Mañjushrivajra y de los Budas, su colección de santas escrituras, y otros objetos sagrados. Por lo tanto Atisha pudo dirigirse a Nepal. Allí, a petición de su rey, Yashananda, y de muchos devotos, permaneció durante un año, construyó el Monasterio de Tanbhehari, y estableció una comunidad.
Entonces Atisha y sus discípulos alcanzaron Nepalí Tsong (en la frontera de Tibet) donde encontró a 300 jinetes que habían sido enviados por Jangchub O para darle la bienvenida. Todos ellos iban vestidos y adornados de blanco; y los cuatro grandes ministros: Lhayi Wangchuk,  Lhayi Lodo, Lhayi Sherup, y Lhayi Sizin, estaban rodeados por dieciséis jinetes que portaban lanzas con banderas blancas, mientras que el resto del séquito llevaba pequeñas banderas budistas y veinte sombrillas. Todos ellos, maestros y servidores, estaban tocando flautas e instrumentos de cuerda, recitando el Refugio en las Tres Joyas, y rogando : “¡Qué pueda el Dharma del Buda prosperar en Tibet”
Mientras pronunciaban estas auspiciosas palabras, permanecían montados y formando un círculo. En el centro habían colocado a Atisha y su séquito, con el resto de los jinetes dándoles la cara, liderados por los cuatro grandes ministros. Como en tiempos pasados cuando los sabios ministros de Chögyal Trisong Deutsen  habían ido con canciones en sus labios a recibir al Abad Bodhisattva(Shantarakshita), así vinieron cantando los ministros. Esta ocasión es famosa por las cien melodiosas y auspiciosas canciones con las que invitaron a Atisha. Nagtso Lotsawa y treinta y cinco monjes lo rodeaban. En medio de ellos estaba de pie Atisha, todo su cuerpo hermoso de ver, causando placer a la vista, merecedor de la veneración de hombres y dioses. Sentado a lomos de su caballo, Chanshe Tonmon pronunció las siguientes palabras en sánscrito conteniendo una sonrisa: “E MA HO ATI ANTI PALA HO”. Pronunciando muchas bendiciones en sánscrito, él continuó su viaje.
Mientras circunvalaban Gang Rinpoche, él oyó el sonido de un ghanti, (un gong hecho de sándalo blanco) pues los Sthaviras (Theravada) y Yen Lekjun  estaban observando el  día del voto del laico (upasojong).  Atisha, en cuanto se encontró cara a cara con el jefe de los Sthaviras, realizó consultas con él. En las orillas del Lago Manasarovar, mientras él estaba haciendo las ofrendas de agua, se apareció Avalokiteshvara, los nagas vinieron a venerarle, y sucedieron muchas maravillosas circunstancias. Entonces cuando se iban aproximando a Gughe Tedhen,  Nagtso envió una carta a Lha Lama Jangchub O que hizo llorar de alegría al gran rey: “Mucho tiempo sin duda, he estado rogando para que esto sucediera, con gran reverencia y fe. Ahora me encontraré con el Señor. Ayer en mi sueño aparecieron un gran Sol desde el Oeste, y una Luna llena desde el Este. Al ir aproximándose, las nubes, niebla y el polvo se desvanecieron inmediatamente. También soñé que grupos de estrellas se reunieron en constelaciones, como si fuera medianoche, y se postraron ante el Sol y la Luna. Quizás esa Luna pudiera ser yo mismo, pero yo no sé quién era ese Sol que venía desde el Oeste. Quien quiera que pueda ser, fue un sueño auspicioso”
Atisha, en el medio de su séquito, rodeado por quinientos jinetes, luciendo un hermoso bonete de pandita brillaba como el Sol. Mientras que sus treinta y cuatro discípulos y sirvientes se parecían uno a otro en comportamiento, conducta, y vestimenta; su propio hábito era liso, brillante, de fina textura y de olor agradable. Brillante era en su esplendor, erguida su figura, y muchas otras eran sus marcas de distinción. Toda la gente, tan pronto como contemplaban a ese noble hombre, eran incapaces de apartar su ojos de él, y espontáneamente rogaban: “Nosotros pedimos tu protección”. Además le imploraban: “¡Te lo rogamos, míranos con compasión a nosotros los tibetanos, que hemos acumulado muchas malas acciones! Nuestros Lha Lamas, que han afrontado tantas dificultades por ti, se sentirán llenos de alegría y no sentirán rencor por la pérdida de hombres tibetanos y de su tesoro. Aunque indudablemente fue difícil persuadirte,  nuestro problema era verdaderamente grande. Ahora han llegado los buenos tiempos”. La gente gritaba todas estas palabras, llenos de fe. Atisha estaba extremadamente contento. Mirando a al pueblo tibetano, los bendecía.
Anila Chick Chobum,  la tía de Lha Lama, cuando se encontró con Atisha, juntó sus manos y exclamó: “Por ti pandita, yo perdí a mi sobrino que era tan precioso para mí como una montaña de oro, pero ahora yo no siento pesar ni remordimiento, porque yo he dado la vida de mi sobrino a cambio de tu venida, pandita. Verdaderamente el trueque ha sido beneficioso. Ahora, te tengo, pandita, para mostrarte a Hasu de Nepal, y a Rinchen Zangpo de Ngari (Oeste de Tibet) quienes afirman ser unos panditas preeminentes” Con estas palabras ella posó la carga de tristeza, que era como una montaña, que le había causado la pérdida de Lha Lama. Ella entonces le ofreció a Atisha su collar de turquesas y cincuenta monedas de oro.
Entonces Atisha hizo una visita al Monasterio Dorado de Todin, y fue recibido por Jangchub O con una gran procesión. Lochen Rinchen Zangpo también le invitó a su monasterio. Aquí, cuando acabó de escuchar la exposición de Atisha de la filosofía Madhyamika, y particularmente la iniciación de Samvara, al igual que de otras materias secretas y enseñanzas de Dharma, el Abad sintió cómo brotaban en su mente pensamientos santos junto con una más amplia comprensión de la enseñanza; por lo tanto, el ofreció todo lo que tenía a Atisha. Cuando Atisha le preguntó si podía acompañarlo como intérprete, el Abad apuntó a su cabeza, y le pidió a Atisha que lo dejara seguir con la práctica religiosa, puesto que ya era viejo y con canas. Atisha en respuesta a su petición, lo exhortó: “¡Oh, Rinchen Zangpo! Puesto que tu deseas practicar el Dharma seriamente, no dejes que tu mente vague tras el mal”
Rinchen Zangpo, guardando en su mente estas enseñanzas, selló su cabaña de meditación con clavos de hierro, escribiendo en el dintel de la puerta: “Si algún pensamiento mundano se produce en este lugar, ¡que puedan los protectores del Dharma cortar mi cabeza!” Habiendo hecho esto, se sentó en meditación durante diez años, y el mandala de Samvara se manifestó delante de él.
Un día, Jangchub O, derramando lágrimas, le contó minuciosamente a Atisha que aunque el Budismo había sido introducido por los antepasados de su padre, había sido reducido a cenizas y dispersado. “Ahora te corresponde a ti, O magnánimo Atisha, el convertir a las profundas enseñanzas del Dharma a los rudos y torpes tibetanos. ¡Oh, compasivo! Te ruego que compongas un tratado en el que expongas los puntos esenciales de la enseñanza del Buda, de una manera que sea fácil de practicar, para beneficio de todo el pueblo tibetano!”
Atisha respondió muy contento escribiendo el Bodhipathapradipa (Una Lámpara en el Sendero Hacia la Iluminación).
Atisha entonces pensó dirigirse hacia el Tibet Central, pero se lo impidió una promesa hecha al Abad del Monasterio de Vikramashila, cuando partió de India. Si Nagtso Lotsawa no devolvía a Atisha a India antes de que transcurrieran tres años, la promesa quedaría rota. De acuerdo a ello, para no romper la promesa que lo ataba, Nagtso convenció a Atisha a volver a India por esta razón. Atisha a petición suya, llegó hasta Puran,  en donde recibió una profecía de Tara, en la que le dijo que con la ayuda de un upasaka (laico) él traería un gran beneficio al Budismo.
Además Tara profetizó que el upasaka llegaría pronto. Atisha estuvo en una vigilancia constante esperando su llegada, y se decía que solía exclamar:”Mi upasaka aún no ha venido. ¿Contaría Tara una mentira?”
Entonces un día Dromtömpa, habiendo sido invitado por un benefactor, llegó a su vivienda mientras Atisha estaba fuera. Si bien Dromtömpa  fue informado de que Atisha volvería pronto, el se fue, diciendo:”Yo rápidamente encontraré a mi gurú más pronto que tarde, y no tengo tiempo para esperar”. Con estas palabras, se fue, y se encontró con Atisha en un callejón. Atisha llevaba en la mano el tsampa y la mantequilla que había mendigado de su benefactor, y para compartirlo con su upasaka ese día. Dromtömpa comió el tsampa, pero utilizó la mantequilla para ofrecer una lámpara la cual duraría alumbrando durante toda la noche frente a la cama de Atisha. A partir de entonces, él ofreció una lámpara de mantequilla frente a la cama de Atisha durante el resto de su vida. Dromtömpa fue bendecido por Atisha como su principal discípulo en el mismo momento de su encuentro.
Entonces abandonando Puran, Atisha viajó gradualmente a Keydron. En aquel tiempo, debido a la inspiración de Atisha, y a la buena fortuna de los tibetanos, el camino estaba bloqueado por una escaramuza cerca de la frontera de Nepal, y Atisha permaneció un año predicando el Dharma a varios conversos en el santuario de Ranjun Pakpa Lhakhang.  Aún hoy en día existe en ese lugar el monasterio de Keydron Samten Ling.
Dromtömpa, con gran elocuencia, convenció a Atisha para que hiciera una visita a Tibet Central, diciendo que allí había muchas estatuas del Buda, y muchas escrituras sagradas, estupas, y miles y miles de monjes Budistas. Cuando Atisha accedió a los ruegos de Dromtömpa, Drom Rinpoche escribió una carta para informar especialmente a Kawa Sakya Wangchuk, aunque en aquellos tiempos había otros notables grandes lamas como Nog Lekpi Sherab y Khuton Tsondru Yuntran, entre otros. En su carta escribió: “Los grandes lamas de Tibet tienen que reunirse aquí antes del Otoño para recibir a Atisha”. Tras recibir la carta, Kawa Sakya Wangchuk informó a todos los grandes lamas de Tibet, pero antes de que  todos estuvieran listos para partir juntos, Khuton partió delante, diciendo: “No es necesario que me incluyáis en vuestro grupo”. Aunque esto creó alguna ansiedad, el resto partieron inmediatamente para recibir a Atisha. Mientras tanto Atisha seguía exponiendo el Dharma generosamente. Los lugares en los que lo expuso son conocidos ahora como Grachokhor, y Ladhap Chokhor. En aquel tiempo, Nagtso no pudo invitar a Atisha a que volviera inmediatamente a India y, motivado por la promesa que le había hecho al Abad de Vikramashila, el traductor estaba preocupado. Viendo esto, Atisha lo consoló diciendo: “¡Oh, Lotsawa, no debieras de estar preocupado. No hay falta si las cosas están más allá de nuestro poder para remediarlas”. Tras oír estas palabras del pandita, el traductor se alegró, y puesto que no había falta, rogó a Atisha que visitara Tibet Central.
Entonces los grandes lamas de Tibet Central llegaron para darle la bienvenida a Atisha. Estos grandes lamas vestían elegantes san (los chales de los monjes tibetanos) y vestían en setab (las ropas ceremoniales que los Abades o los monjes normalmente llevan en las ocasiones festivas como indicativas de su rango). Cabalgaban sobre buenos caballos  cubiertos por mantas de lana. Atisha, viéndolos venir, exclamó: “¡Oh, upasaka! ¿Quiénes son esos? ¡Mira a todos esos espíritus que se aproximan!” Tras decir esto, él se tapó su cabeza, cubriéndola con su manto. Así que Dromtömpa les dijo a los grades lamas de Tibet que lo más apropiado para ellos era venir con las ropas de monje. Cuando siguiendo el consejo de Dromtömpa lo hicieron, Atisha apareció, y les devolvió las postraciones. En el camino, cuando Atisha se dirigía hacia Tsang, en Palpud Tan, se encontró con Lodrak Marpa Lotsawa quien estaba a punto de partir para su último viaje a India. Marpa estudió el Dharma con Atisha, pero cuando el pandita le preguntó si podría acompañarlo como intérprete, el replicó: “Es absolutamente necesario para mí el ir a India esta vez; sin embargo, puedo reunirme contigo más tarde”
Entonces se fueron acercando gradualmente a Sakya, y Atisha, apuntado en aquella dirección, profetizó que una encarnación de Mañjushri aparecería allí. En este lugar, Drokme Lotsawa se postró los pies de Atisha como discípulo, y lo veneró y sirvió de forma meritoria. Fue entonces, cuando Atisha se dirigía hacia Narthang, cuando predijo que en aquel lugar nacería en un futuro no muy lejano una encarnación de Arya Sthivira. Posteriormente visitó el santuario de Shalun Tel donde permaneció en una cueva rocosa, y dio muchas enseñanzas. Tras abandonar este lugar, pasó la cuaresma Budista en Myantod, donde él encontró tres discípulos: Yolchos, Yoldranron, y Yoltag Bab. El discípulo Golo también  vino y se postró a los pies de Atisha. Gonpapa,  viniendo al mismo lugar, hizo lo mismo y le presentó ofrendas. Tras la cuaresma budista, Atisha se dirigió a Tibet Central por la ruta de Ron. Cuando llegó a Gompa Jangtang, una ondulada planicie de hierba en el norte de Tibet, él apuntó hacia la montaña de Lhasa y, cuando preguntó sobre lo que se encontraba allí, le dijeron que allí estaba el Templo de Lhasa, refiriéndose al Jokhan, el templo principal. Entonces él observó: “En la dirección en la que se encuentra ese templo, hay tres arco iris, y muchos hijos de los dioses le están mostrando sus respetos”.
Cuando Atisha llegó a Samye, fue servido por Devagurú Bodhiraj, y hubo una gran congregación de tibetanos a quienes Atisha les dio numerosos sermones. En Samye, mientras estaba en el templo o lo circunvalaba, él realizó numerosos milagros que inspiraron a mucha gente a lograr una fe sincera. Entonces fue invitado por Khuton a Yarlung, donde él permaneció en el barrio de Rarted, y donde con frecuencia dio enseñanza. Sin embargo, puesto que Khuton no mostraba un comportamiento correcto, Dromtömpa y los demás se fueron con su maestro, embarcando en un bote perteneciente a Myanpo.  Khuton, viendo esto, corrió tras ellos y gritaba: “Atisha, te imploro que te quedes”. Pero el maestro guardó silencio, y le lanzó su bonete en forma de amuleto que le aportara bendiciones. Posteriormente Atisha permaneció en el santuario de Won, en Keru, durante un mes, y pintó una imagen de él mismo en uno de los  muros que allí había. Entonces volvió a Samye y permaneció en Pakar Ling. Allí, viendo la cantidad de escrituras provenientes de India, sintió una incontenible alegría, y exclamó: “¡Oh, la difusión del budismo en Tibet en el pasado fue incluso más amplia que en India!¡Viendo esta gran cantidad de escrituras, es como si yo estuviera en Maha Bodhi!” Y diciendo esto, Atisha disfrutó del monasterio y de los lugares santos de aquella zona.
Entonces unos doscientos jinetes vinieron de Banton a recibirle, y él y sus asistentes fueron a Godhar, y permanecieron en Gyapep durante un mes. Más tarde, cuando Atisha se dirigía al Jokhan a invitación de Nog Lekpi Sherab, Avalokiteshvara se apareció bajo la forma de un hombre alto y dijo: “¡Excelente! ¡El gran pandita ha venido, y yo ruego que él pueda obtener la victoria!”. Tras pronunciar estas palabras, él se marchó rápidamente. Aunque Atisha desmontó y corrió tras él, no pudo ir con él. Cuando le preguntaron qué era lo que estaba haciendo, él les dijo: “¿Habéis visto a ese hombre alto?” Ellos respondieron: “Si, lo hemos visto”  Entonces Atisha dijo: “Bien, ese era mi deidad tutelar, el Gran Compasivo, y deseando prestarle obediencia, yo he corrido tras él, pero no he podido alcanzarle. ¡Oh, no hay nada más maravilloso que este Gran Compasivo del santuario de Jokhan de Lhasa! El es el verdadero Gran Compasivo” Otra vez, viendo la imagen de Sakyamuni, dijo que era una verdadera encarnación de Sakyamuni. El entonces le encargó un hábil escultor de India que construyera una imagen similar. El se preguntó si existiría una historia de ese monasterio, y de su dedicación por el Rey Tsonten Gampo; después de lo cual, una mujer vagabunda loca exclamó que ella podría mostrarle a él esta historia. Reconociéndola como a una distinguida yoguini, Atisha le rindió homenaje mentalmente, y le pidió que se lo mostrara claramente. “Bien, está escrito en el pilar Bumpa, a una altura de dos brazas y media, pero sería sabio el no desvelárselo a otros” le dijo la yoguini. Atisha lo encontró tal y como la mujer le dijo, y un guardián de los tesoros del templo que estaba cerca de allí, las dijo que podían copiar todo lo que pudieran escribir durante ese día. Dromtömpa y otros cuatro discípulos se pasaron el día copiando, pero aún les quedó una pequeña parte que no pudieron acabar ese día.
Durante la estancia en Lhasa de Atisha, que se prolongó durante todo el invierno, se produjeron muchos signos asombrosos. Ese año pasó el verano en Yerpa a invitación de Nog Jangchub Jungne, y realizó numerosas acciones para beneficio de los seres sintientes. Más tarde fue invitado a Penpo por Kawa Sakya Wangchuk, y permaneció en Menpa Jilpur, donde dio numerosas enseñanzas. Posteriormente retornó a Yerpa, donde recibió una invitación de Bhaton,  y viajando vía a Lhasa, llegó a Narthang. Durante todos estos días, Dromtömpa investigó continuamente, día y noche, los estados esenciales del Sendero de la Liberación.
Tras asentarse en Yerpa, en el Monasterio de Lhari Nyingpo Cul,  el gurú y sus discípulos se pasaron tres años tratando y examinando la verdadera esencia de los estados del Sendero de la Liberación, y entonces hicieron un resumen de esta enseñanza. En el mismo lugar, Atisha dio instrucciones sobre las siete Kadam Lhacho (las siete excelentes enseñanzas de los Kadam), así como sermones, e iniciaciones que tenían que ver con los dieciséis  canales.
Sanpu Noglekpi Sherab les ofreció un mandala a ambos, a Atisha y a Dromtömpa, rogándoles que compusieran un libro que revelara los misterios de ambos, gurú y discípulo. Como respuesta  Atisha escribió la Noble Biografía de Dromtömpa, mientras que Dromtömpa escribió unas enseñanzas extremadamente ocultas de Atisha en un libro llamado Un Libro de Fantasmas, que ahora es conocido como Kadam Lek Bum (Libro de Kadam). Durante muchos años este fue transmitido restringidamente, de maestro a discípulo, y no se permitía el enseñarlo públicamente. Más tarde, una emanación de Dromtömpa, conocido como Drom Kumara, clarificó el secreto de este Dharma, y lo difundió. Entonces, de la forma debida, esta doctrina fue hecha pública en el Monasterio de Narthang. A partir de entonces se ha expandido en todas direcciones.
 
 
Trad. al castellano por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.
 
 

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